Sarajevo

Cruzamos Belgrado en tren hasta Bosnia, nueve horas de viaje. Cambiando de un tren por un autobús que nos llevo a otra estación de trenes y tomar otro tren, para ver al final una palabra escrita en un portón gigante: Sarajevo y que quizá al leerla, una de las primeras cosas en que se piensa, es en la guerra, en los esqueletos de edificios derruidos absorbidos por la muerte y la decadencia de un conflicto que marco el inicio de la primer guerra mundial o el último de ellos, la guerra de Bosnia en los años 1992 a 1995 y
Cuando al final dejamos la estación de trenes, caminamos por los alrededores de una ciudad que fue sede de los juegos olímpicos en 1984; calles sin nombre y sin letreros que indicaran dónde estábamos nos complico de cierta forma el andar, pero caminando con un mapa y el sentido común nos fuimos aproximando cada vez más al centro de la ciudad.

Por el centro la gente iba y venía, con comida en mano, otros con bolsas de ropa de algunos bazares, parejas, locales de comida, autobuses, bares, calles con vida, con un latir fluido y no una Sarajevo minada por la prensa y los medios que saturaron de imágenes el imaginario colectivo. Por el momento esto era Sarajevo, pero al llegar al casco antiguo, el centro de toda la ciudad, la influencia turca estaba presente, las mezquitas y las iglesias católicas y ortodoxas arrinconaban las esquinas.

Por la mañana Salimos del centro y caminando encontré la marca de las cicatrices de la ciudad: la gran mayoría de los edificios conservan las marcas de fragmentos de bala en las paredes. Algunas paredes completamente llenas de agujeros. Como advertencia. Como amenaza del pasado y de no repetirlo. Encontramos la famosa biblioteca incendiada años atrás y llegamos a la parte más alta de la ciudad, donde gran parte del terreno montañoso estaba lleno de lapidas de color blanco, con nombres y fechas de la guerra de Bosnia (1992-1995), el paisaje no era desolador, solamente es la señal de época de incomprensión.

Muchas veces escapar de los tópicos de un turismo vulgar, es irremediable, sin embargo existe quien puede caer en el juego del espectáculo y tomar los tours por las zonas bélicas, o el paseo por el túnel construido por los bosnios con el fin de esquivar las balas de los francotiradores u otro donde caminas por los restos de edificios destruidos e incendiados o por las famosas flores de Sarajevo, que son las marcas del impacto de las bombas pintadas de color rojo.

En la noche Lucas y yo, después de unas cervezas, café y pastel y escapando del turco folk (música turca con toques electrónicos), abandonamos el casco antiguo y salimos en busca de otro paradero, no sabíamos cuál ni por dónde pero llegamos a un edificio en cuyo sótano estaba por comenzar un concierto y al percatarme que cobraban la entrada mire dentro de este para ver si valía la pena y no, vi solamente unas cuantas almas deambulando; pero de las escaleras del edificio continuo provenía un sonido de los pisos de arriba, así que subí hasta el tercero, creyendo que era una fiesta privada, abrí la puerta para colarnos y no, era un bar improvisado con unas cuantas mesas y regenteado por tres personas ya mayores , el ambiente bastante familiar nos convenció a quedarnos y como en cada país siempre hay un bohemio que porta una guitarra a todas las fiestas, apareció uno, pero con acordeón, un comensal que parecía jefe del barrio, ordeno al camarero que detuviera la música y súbitamente los coros y las voces de unas cuantas chicas subieron de tono con los compases del acordeón como fondo. Una hora después o más salimos del edificio y bajamos al otro sótano donde se suponía que había el concierto, éste había terminado, entramos gratis aunque seguía abarrotado de gente, el ambiente era bastante local, la música variaba de reggae a ska y de punk a rock pop, desconocidos por nosotros, por la lengua, la gente cantaba y bailaba con un frenesí y una locura estridente.

De regreso a casa, las calles seguían llenas. Huir del folclore turístico y entrar por un momento a la realidad local no viene en ningún tour pagado con visa.

Bitácora: Próxima estación, Mostar.

en domingo, noviembre 04, 2012

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