Tiempo de pretender.

Es tiempo de pretender por la vida, que no nos dice hasta dónde se puede llegar o detenerse sin parar, sin final.

Es tiempo de pretender. De pretender que tienes un nombre, pretender que eres alguien, pretender que tienes sentimientos y que te interesa la gente. Pretender que la fiesta te gusta y actuar como un desconocido para ti cada noche. Pretender que puedes follar sin saber el peligro que los sentimientos significan. Pretender que el tiempo no va a pasar y que siempre estarás en una burbuja fantástica. Pretender que no hay futuro y que los que están alrededor tuyo pretenden también las mismas cosas.

Es una temporada y en ella está el tiempo de pretender. Pretenderemos con el autoengaño, pretenderemos sin sueños, trabajando, olvidando para pretender que somos ciegos, que no nos cruzamos por caminos sin afectar a nadie, sin lastimar a alguien. Tiempo de pretender que lo que escuchas te interesa y cuando otro pretenda que tú puedes pretender de otra forma la vida e intenta demostrartelo, pretendes que lo entiendes y pretendes que eres en realidad una persona a la que a veces odias. Pretendiendo que los actos de otros no tienen consecuencias para nosotros; no es triste pretender, lo triste es hasta cuándo lo harás, cuánto tiempo el juego te quitara todo lo que apostaste por él, explotaras por todo lo que se queda dentro de ti, te vuelves una bomba de tiempo y cada segundo cuenta. La explosión es inminente y se tiene que esperar por ella, mientras por qué no, sigamos pretendiendo que somos algo más.

en jueves, mayo 09, 2013 , 0 Comments

Cruzando el Este

Crucé en tren la región del Veneto, en el norte de Italia, rumbo a Venecia, uno de los últimos destinos de este viaje; que termina en Milan en donde regresare a Formentera.

Pero antes y después de pasar por Sarajevo cambiamos de las grandes urbes a puntos pequeños del mapa como la ciudad de Mostar, famosa por el puente que une los dos puntos de la comunidad. Split, en Croacia, ciudad costera, rica por sus palacios, mercados y su puerto que une las islas croatas con la península. Zagreb, capital de Croacia, donde el clima impetuoso no nos permitió apreciar la ciudad de místicos edificios austro-hungaros; continuamos a la tierra de la música, la armonica Salzburgo, la casa de Mozart, llena de fachadas de color blanco que cubren el gris de las tragedias históricas; de la segunda guerra mundial, del nazismo y, es porque todas las ciudades por las que cruzamos intentan cubrir un pasado, esconder una historia. Pero a cuántos de nosotros nos interesa la historia del mundo y a cuántos nos interesa la historia de la gente, pero, no es posible adentrarse a las ciudades y ver el corazón de quienes las habitan si el clima te castiga o la gente te considera un turista más que sólo va de paso, eso limita la visión y la experiencia. Porque es imposible ver la magnitud de las ciudades por el amplio mercado que hay alrededor de las calles. Las grandes boutiques ocupan la mayor parte de las calles principales. Como en Praga ciudad a la que regrese por segunda vez, su plaza principal está conquistada por el consumismo, las luces de neón, los maniquíes, las dependientas, la gente caminando con bolsas llenas de logotipos, el espacio visual se cierra sólo al impacto de los anuncios.

Y no fue hasta Milan cuando comprendí esta lógica, la importancia de la moda sobre cualquier otra cosa. Cuando aborde el metro, al abrirse las puertas de éste, miré: peinados impecables, sacos de diseño, bufandas y zapatillas sin suelas gastadas, tenis brillantes y pulcros con cordones blancos. Pantalones de diferentes estilos, teléfonos en mano y bolsos llenos de sinsentido, todo salido de un catálogo y las miradas no se cruzan unas a otras, si no que están sumidas por el tedio citadino, la tensión trágica por no poder escapar de si mismos y la perdida del reconocimiento del uno por el otro, está ausente.

Italia, no sólo es Milan, pero ésta es la ciudad más gris y monstruosa por la que he cruzado. Fea y sucia. Con unos monumentos monstruosos y aplastantes y un fluir constante de gente, ruidos, motos por doquier, autos en todos los sentidos, una urbe que ha perdido su legado histórico, su herencia culinaria. Estancada simplemente en lo que es y lo que recuerda ser, sin querer dar un paso más, hacía un mejor futuro. No, ya no.

Pero en el norte, se vive distinto. Asiago, zona montañosa, tierra de queso y antiguo bunker bélico. Vicenza y Verona, dos ciudades que lo tienen todo. El cálido andar de las calles y el oscuro placer de lo escondido, de lo secreto. Verona va más allá de La casa de Giulietta, de la plaza de Dante, Venezia con su puerta custodiada por un león y un ángel, con sus catedrales, esconden una Italia que aún se puede apreciar.

Ahora creo que caminar, viajar y pisar suelos desconocidos es una idea de la diversión masificada, una absurda sensación de aprendizaje, un intento desenfrenado por cambiar la visión de uno mismo y alcanzar conocimientos desconocidos y quizás puedan obtenerse, se puede jugar con el peregrinaje y la experiencia y olvidar por unos días quién eres y dónde estas, pero esto no es mi idea de la diversión.














en viernes, noviembre 16, 2012 , 1 Comment

Sarajevo

Cruzamos Belgrado en tren hasta Bosnia, nueve horas de viaje. Cambiando de un tren por un autobús que nos llevo a otra estación de trenes y tomar otro tren, para ver al final una palabra escrita en un portón gigante: Sarajevo y que quizá al leerla, una de las primeras cosas en que se piensa, es en la guerra, en los esqueletos de edificios derruidos absorbidos por la muerte y la decadencia de un conflicto que marco el inicio de la primer guerra mundial o el último de ellos, la guerra de Bosnia en los años 1992 a 1995 y
Cuando al final dejamos la estación de trenes, caminamos por los alrededores de una ciudad que fue sede de los juegos olímpicos en 1984; calles sin nombre y sin letreros que indicaran dónde estábamos nos complico de cierta forma el andar, pero caminando con un mapa y el sentido común nos fuimos aproximando cada vez más al centro de la ciudad.

Por el centro la gente iba y venía, con comida en mano, otros con bolsas de ropa de algunos bazares, parejas, locales de comida, autobuses, bares, calles con vida, con un latir fluido y no una Sarajevo minada por la prensa y los medios que saturaron de imágenes el imaginario colectivo. Por el momento esto era Sarajevo, pero al llegar al casco antiguo, el centro de toda la ciudad, la influencia turca estaba presente, las mezquitas y las iglesias católicas y ortodoxas arrinconaban las esquinas.

Por la mañana Salimos del centro y caminando encontré la marca de las cicatrices de la ciudad: la gran mayoría de los edificios conservan las marcas de fragmentos de bala en las paredes. Algunas paredes completamente llenas de agujeros. Como advertencia. Como amenaza del pasado y de no repetirlo. Encontramos la famosa biblioteca incendiada años atrás y llegamos a la parte más alta de la ciudad, donde gran parte del terreno montañoso estaba lleno de lapidas de color blanco, con nombres y fechas de la guerra de Bosnia (1992-1995), el paisaje no era desolador, solamente es la señal de época de incomprensión.

Muchas veces escapar de los tópicos de un turismo vulgar, es irremediable, sin embargo existe quien puede caer en el juego del espectáculo y tomar los tours por las zonas bélicas, o el paseo por el túnel construido por los bosnios con el fin de esquivar las balas de los francotiradores u otro donde caminas por los restos de edificios destruidos e incendiados o por las famosas flores de Sarajevo, que son las marcas del impacto de las bombas pintadas de color rojo.

En la noche Lucas y yo, después de unas cervezas, café y pastel y escapando del turco folk (música turca con toques electrónicos), abandonamos el casco antiguo y salimos en busca de otro paradero, no sabíamos cuál ni por dónde pero llegamos a un edificio en cuyo sótano estaba por comenzar un concierto y al percatarme que cobraban la entrada mire dentro de este para ver si valía la pena y no, vi solamente unas cuantas almas deambulando; pero de las escaleras del edificio continuo provenía un sonido de los pisos de arriba, así que subí hasta el tercero, creyendo que era una fiesta privada, abrí la puerta para colarnos y no, era un bar improvisado con unas cuantas mesas y regenteado por tres personas ya mayores , el ambiente bastante familiar nos convenció a quedarnos y como en cada país siempre hay un bohemio que porta una guitarra a todas las fiestas, apareció uno, pero con acordeón, un comensal que parecía jefe del barrio, ordeno al camarero que detuviera la música y súbitamente los coros y las voces de unas cuantas chicas subieron de tono con los compases del acordeón como fondo. Una hora después o más salimos del edificio y bajamos al otro sótano donde se suponía que había el concierto, éste había terminado, entramos gratis aunque seguía abarrotado de gente, el ambiente era bastante local, la música variaba de reggae a ska y de punk a rock pop, desconocidos por nosotros, por la lengua, la gente cantaba y bailaba con un frenesí y una locura estridente.

De regreso a casa, las calles seguían llenas. Huir del folclore turístico y entrar por un momento a la realidad local no viene en ningún tour pagado con visa.

Bitácora: Próxima estación, Mostar.

en domingo, noviembre 04, 2012 , 0 Comments

Serbia


Es una país que muestra con humildad que la moda, la cultura, la música, la literatura, la filosofía y la historia de la humanidad está en todas sus paredes, en sus muros, por sus calles, sus ciudades y en la mirada de los que habitan ahí y una de las ciudades que lo tienen, es Belgrado.
De los cuatro puntos del continente europeo, Europa del este, es la parte más exótica y rica en cuanto a riqueza humana que la de las otras capitales del continente: Paris, Londres o Madrid. Pero, es imposible llegar a comprender una ciudad tan vasta y antigua y el poder ver una parte tan esencial: su gente, en tan solo dos días, no es sencillo.

Pero caminar por la ciudad y ver la
mezcla de arquitectura socialista y moderna, con iglesias católicas, ortodoxas y mezquitas musulmanas.
Belgrado aparenta modernidad y apertura y lo tiene, cosa que descubrí al conocer a Masha y Mishko, la primera, estudiante de antropología y el segundo médico; viejos amigos de Lucas. Nos llevaron por la ciudad en la noche, probando que Belgrado es una ciudad que nunca duerme. Como ellos lo decían.
Y creo que Europa del este, a pesar de los conflictos que ha sufrido, no están bajo ninguna sombra, los serbios tienen una personalidad propia y están orgullosos de ser lo que son, ávidos de cultura y llenos de fuerza histórica.
Dos días bastaron para rondar por las calles más populares, entrar por la noche a edificios particulares en los que no te imaginas que en el sótano existe un bar de una surrealista decoración y que en la ciudad abundan estos lugares, sitios frecuentados sólo por belgradenses, la suerte de estar de ahí con nativos nos brindo a los cuatro la oportunidad de ver la otra cara de la moneda y no sólo la de pasear alrededor de los dos ríos que la atraviesan el Danubio y Sava o el caminar por la vieja fortaleza kalemegdan o la torre Janos Hunyadis.

Belgrado es una ciudad cosmopolita, en todas las esferas. Una tierra en donde las mujeres pasean con una belleza extraordinaria. Donde el clima puede ser severo y a la vez darte unos cuantos rayos de luz por la mañana, con mercados llenos de fruta y verdura idénticos a los de América latina, sin todos los controles sanitarios que los mercados españoles. Es serbia una ciudad que no juega con las apariencias.

Bitácora:

Mañana viajamos a Sarajevo, cambiamos el plan. No vamos a Montenegro. Cruzaremos Bosnia y después Croacia.

en sábado, noviembre 03, 2012 , 0 Comments

Bulgaria


Llegamos al final de Turquía, a la frontera de Bulgaria en autobús para coger el tren que nos llevaría a Plovdiv, una de las ciudades más antiguas de Europa. Momentos antes de subir al tren y de esperar que la policía de migración revisara los pasaportes, nos encontramos con un trío de chicas inglesas muy singular, una con pantaloncillos cortos y sandalias, las otras dos con ropa de verano a pesar de la baja temperatura que había en ese momento, pero más allá de eso, su medio de transporte era un monopatín (patín del diablo) por el que parecía andaban cruzando parte de Europa, hablaron con nosotros y nos contaron que habían hecho un viaje de ocho horas en tren para llegar justo donde estábamos ahora, aunque a nosotros el viaje en autobús sólo fue de un par de horas y era la misma ruta de ellas.
El problema del lenguaje en Estambul dificulta mucho la comprensión entre los extranjeros y los turcos.
La estación era fría y solitaria; abordamos el tren en la madrugada y tuvimos que esperar unas cuantas horas porque salíamos a las cuatro de la mañana.
En nuestros camarotes y con las camas preparadas para dormir un poco, en medio de la bruma que asfixiaba el ambiente y los controles de boleto y migración que no cesaban, hasta que mis pápeles: pasaporte e identificación de extranjero (nie) que acreditan mi libre estancia en España fue recogido por los agentes que miraban página por página y sello por sello, comparaban la foto microscópicamente, igual que a los otros, hasta que recogieron mis documentos para poner el sello de entrada a Europa y una vez más, la idea de que por Europa se puede andar libremente, se convierte en una gran mentira.

Nuestra llegada a Plovdiv no tuvo ningún inconveniente más y el hotel en donde nos quedamos era perfecto y barato. La ciudad es un museo gigante, lleno de antiguos restos de la arquitectura tracia; decidimos cruzar la ciudad caminando y visitar como grandes turistas cada punto del mapa que se recomendaba, pero la noche iba y tenía que ser distinta. Antes de que ésta llegara nos sentamos a tomar un café (demasiado malo) en un pequeño bar del centro de la ciudad, mientras Lucas que como buen checo, no podía dejar pasar la oportunidad de tomar cerveza y súbitamente un camarero se aproximó con una jarra de cerveza y tres copas más, una familia de Búlgaros, nos la invitaba. María, Gabriel y yo agradecidos por la cerveza acompañamos a Lucas con más cerveza. En total dos jarras de litro y medio cortesía de nuestros anfitriones que habían pasado 10 años en España.
Al llegar la noche, uno de los chicos del hotel nos dijo a qué lugares podríamos ir, evitando las discotecas, queríamos un bar local. Gabriel, Lucas y yo, encontramos un bar con muy buena pinta pero cerraba a las once de la noche, momento justo en el que cruzábamos la puerta para tomar algo, pero el barman nos dijo que a unas calles había otro sitio y uno de sus amigos se ofreció a llevarnos, el bar a pesar de estar a unas calles del centro era muy local, la música de los años 80 y 90 que es muy característica en esta parte de Europa, aturdía nuestros oídos mientras que los comensales del bar al que habíamos asistido anteriormente se acercaban para hablar con nosotros. Después de dos cervezas de medio litro, porque no hay más pequeñas la noche comenzaba a tener más movimiento, el bar se llenaba junto con grupos de hombres y mujeres, la mayoría parejas, se apretaban en las mesas y en la barra del bar mientras un DJ mezclaba a guns and roses con un poco de electrónico bastante moderado.
Gabriel decidió irse y Lucas y yo tomamos una tercer cerveza para acabar con está e ir a otro bar que estaba a dos calles más abajo. El último bar era mejor que el anterior, música y gente muy bien incorporados y en la parte baja, el sótano, había una caótica jam session, una guerra de egos musicales, enfrentados entre ellos, los músicos más viejos intimidaban a los novatos, cuyo escuerzo rebasaba todas las emociones acústicas que se reflejaba por la variedad de rostros que cambiaban al momento de ejecutar su solo correspondiente. Uno de los últimos músicos un flautista que aparentaba tener el legado genético de Hamelin, subió al escenario, con posé baja y la mirada al suelo y esperando su entrada triunfal ejecutó un sin fin de notas que sólo cuadraban en el universo de su ego y fue su novia una canadiense que se nos aproximo y muy lentamente nos dijo: "es músico y como tal, cree que es lo mejor de lo mejor del jazz".

Eso marcó el final de la noche, de vuelta al hotel, el clima comenzaba a cambiar y el frío invernal parece que quiere aproximarse antes de tiempo.

A la mañana siguiente nuestro trayecto a Sófia iniciaba. Después de desayunar unos panes servidos por una alegre viejita nos dirigimos a la estación de tren, seguimos la indicación del tren que partía en unos minutos, abordamos éste y ya sentados, Gabriel cuyo nerviosismo aumentaba por no estar seguro si era el tren que nos llevaba a Sófia, Lucas y Maria preguntan a la señora que venía a nuestro lado, con un gesto de sorprendida nos dice que no, que el tren se dirige a Burgas, así que cogimos nuestras cosas, pero demasiado tarde, el tren estaba arrancando y no podíamos bajar. Llegamos a la siguiente estación: Trakia, un pueblo abandonado y muy pequeño, los operadores de la estación se rieron de nosotros al momento de comentarles que nos dirigíamos a Sófia y más todavía cuando quisimos saber cuánto tiempo faltaba para el próximo tren, éste tardaría demasiado y lo mejor fue regresar a Plovdiv e ir en autobús a nuestro siguiente destino.

Sofia:

Una mala jugada climática nos recibiría en Sófia. Por la noche la temperatura bajaba y sólo pudimos dar una pequeña vuelta por el centro de la ciudad, porque ya todo estaba cerrado, hayamos un lugar para cenar unos cuantos platos característicos de la cocina búlgara, como lengua de res capeada y su cerveza "Zagorka".

Pero la lluvia sería nuestra gran anfitriona del día siguiente y no pudimos andar a ningún sitio, encerrados en el hotel, esperando con fe que amainara un poco el agua, cosa que nunca sucedió, charlamos y esperamos, bromeando sobre nuestro error de Trakia y contando anécdotas de la isla de Formentera, lugar en el que los cuatro hacemos temporada de verano y así la lluvia nos ahuyenta y nos arroja a Serbia, nuestra siguiente estación.

en miércoles, octubre 31, 2012 , 0 Comments

El té que nunca termina.

La vista de Estambul intimida, por un lado una ciudad rodeada de mezquitas, personas caminando en todo momento, negocios de fruta, frutos secos, telas, comida; comercio que en el pasado fue una importante fuente de ingresos y que hoy lo sigue siendo en niveles masivos.
Los turcos tienen una cultura que resiste a grandes pasos la llamada de América, a pesar de que la televisión turca sigue los mismos esquemas, no abandona ni deja por el suelo su identidad como pasa en algunos países de Hispanoamérica y de Europa. Pero Turquía fue un poderoso imperio y como todos estos su caída fue inminente, pero ellos van como la piedra de Sisifo.
El llamado a la oración embriaga el cielo y los turcos acuden a ella, deteniendo así el tiempo con fuerza y respeto sin "oposición" a una consigna que desde siglos atrás se les impuso por los reyes que crearon la arquitectura, los palacios, las mezquitas, obeliscos y puentes que son parte de un folclórico empolvado de pasado; la Turquía Moderna ahora es más que eso: es pobreza y es olvido, las calles de los barrios bajos ignoradas, los niños abandonados y otros enviados a delinquir en grupos pequeños, aun así los paseos por sus calles y el té que jamas se acaba. Pero fue hasta
Uskudar en Asia, cuando al fin comprendí la fuerza de la identidad turca y fue en un mercado en donde la comunión de su cultura alejada del masivo turismo que juega un teatro de sombras y apariencias donde la gente olvida actuar para el de afuera y es ella misma. Un cambio radical, que en sólo un par de días no es fácil de entender la armonía que existe en la ciudad, desde las chicas con velo, magistralmente vestidas y preciosas, los músicos con barbas y harapos, los niños que caminan en pequeños grupos, su religión y la sombra de lo que una vez fue un gran imperio. Cuyas mezquitas y la llamada a la oración se los recuerda día con día.
Esta noche abandonamos Turquía y regresamos a Europa entraremos por Bulgaria pasando a Plovdiv la capital de los tracios.

en domingo, octubre 28, 2012 , 0 Comments

Un aparente peregrinaje.

Sin lugar fijo dónde estar, el peregrinaje a Estambul, la antigua Constantinopla, comenzaba. Y con ello tres personas más se embarcan en un trayecto que no es desconocido, ni místico, simplemente es un encuentro a las tierras que en el pasado fueron la Meca del mundo, con Lucas, de República Checa, Maria, de España y Gabriel, de Brasil, me enfrascó en un viaje desde la tierra del islam, cruzaré a Bulgaria, Serbia, Belgrado, Budapest y Praga. Donde los dejaré para seguir otro camino: Italia.

en domingo, octubre 28, 2012 , 0 Comments

Mariachis en Madrid

El 23 de octubre partí del puerto de Ibiza rumbo a Madrid, la gran capital española, para así al día siguiente viajar a Estambul. Después de un año de no salir de la isla de Formentera, me preocupaba la reacción que podría tener al tener el primer contacto con la gran urbe. Y sí, después de salir del aeropuerto como una rata, escape al subsuelo de Madrid y viaje por metro hasta el centro y saliendo me encuentro con una banda de Maricachis, tocando y cantando los clásicos sonidos del folclore mexicano, la euforia de la música, más el atenuante sonido el tráfico, más el gran movimiento de la gente que se estaba estancando para llevar a cabo una manifestación en contra del gobierno.

Un caos que en una isla dejas de sentir y ver. Porque el caminar por las calles de una gran ciudad da pie a todo lo inimaginable: una avalancha de "moros" corriendo por las calles con bolsas llenas de mercancía ilegal, esquivando a la policía. Locales, comercio, luces, semáforos, pobres y los asalariados que van a sus casas, anuncios publicitarios, cine, conciertos, la nueva moda, caras distintas, algunos de copas otros desesperados por la falta de trabajo y algunos, como yo, seres invisibles, desconocidos por todos en una gran ciudad.

Ahora estoy en Estambul y no hay mucha diferencia.

en viernes, octubre 26, 2012 , 0 Comments

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