Serbia


Es una país que muestra con humildad que la moda, la cultura, la música, la literatura, la filosofía y la historia de la humanidad está en todas sus paredes, en sus muros, por sus calles, sus ciudades y en la mirada de los que habitan ahí y una de las ciudades que lo tienen, es Belgrado.
De los cuatro puntos del continente europeo, Europa del este, es la parte más exótica y rica en cuanto a riqueza humana que la de las otras capitales del continente: Paris, Londres o Madrid. Pero, es imposible llegar a comprender una ciudad tan vasta y antigua y el poder ver una parte tan esencial: su gente, en tan solo dos días, no es sencillo.

Pero caminar por la ciudad y ver la
mezcla de arquitectura socialista y moderna, con iglesias católicas, ortodoxas y mezquitas musulmanas.
Belgrado aparenta modernidad y apertura y lo tiene, cosa que descubrí al conocer a Masha y Mishko, la primera, estudiante de antropología y el segundo médico; viejos amigos de Lucas. Nos llevaron por la ciudad en la noche, probando que Belgrado es una ciudad que nunca duerme. Como ellos lo decían.
Y creo que Europa del este, a pesar de los conflictos que ha sufrido, no están bajo ninguna sombra, los serbios tienen una personalidad propia y están orgullosos de ser lo que son, ávidos de cultura y llenos de fuerza histórica.
Dos días bastaron para rondar por las calles más populares, entrar por la noche a edificios particulares en los que no te imaginas que en el sótano existe un bar de una surrealista decoración y que en la ciudad abundan estos lugares, sitios frecuentados sólo por belgradenses, la suerte de estar de ahí con nativos nos brindo a los cuatro la oportunidad de ver la otra cara de la moneda y no sólo la de pasear alrededor de los dos ríos que la atraviesan el Danubio y Sava o el caminar por la vieja fortaleza kalemegdan o la torre Janos Hunyadis.

Belgrado es una ciudad cosmopolita, en todas las esferas. Una tierra en donde las mujeres pasean con una belleza extraordinaria. Donde el clima puede ser severo y a la vez darte unos cuantos rayos de luz por la mañana, con mercados llenos de fruta y verdura idénticos a los de América latina, sin todos los controles sanitarios que los mercados españoles. Es serbia una ciudad que no juega con las apariencias.

Bitácora:

Mañana viajamos a Sarajevo, cambiamos el plan. No vamos a Montenegro. Cruzaremos Bosnia y después Croacia.

en sábado, noviembre 03, 2012 , 0 Comments

Bulgaria


Llegamos al final de Turquía, a la frontera de Bulgaria en autobús para coger el tren que nos llevaría a Plovdiv, una de las ciudades más antiguas de Europa. Momentos antes de subir al tren y de esperar que la policía de migración revisara los pasaportes, nos encontramos con un trío de chicas inglesas muy singular, una con pantaloncillos cortos y sandalias, las otras dos con ropa de verano a pesar de la baja temperatura que había en ese momento, pero más allá de eso, su medio de transporte era un monopatín (patín del diablo) por el que parecía andaban cruzando parte de Europa, hablaron con nosotros y nos contaron que habían hecho un viaje de ocho horas en tren para llegar justo donde estábamos ahora, aunque a nosotros el viaje en autobús sólo fue de un par de horas y era la misma ruta de ellas.
El problema del lenguaje en Estambul dificulta mucho la comprensión entre los extranjeros y los turcos.
La estación era fría y solitaria; abordamos el tren en la madrugada y tuvimos que esperar unas cuantas horas porque salíamos a las cuatro de la mañana.
En nuestros camarotes y con las camas preparadas para dormir un poco, en medio de la bruma que asfixiaba el ambiente y los controles de boleto y migración que no cesaban, hasta que mis pápeles: pasaporte e identificación de extranjero (nie) que acreditan mi libre estancia en España fue recogido por los agentes que miraban página por página y sello por sello, comparaban la foto microscópicamente, igual que a los otros, hasta que recogieron mis documentos para poner el sello de entrada a Europa y una vez más, la idea de que por Europa se puede andar libremente, se convierte en una gran mentira.

Nuestra llegada a Plovdiv no tuvo ningún inconveniente más y el hotel en donde nos quedamos era perfecto y barato. La ciudad es un museo gigante, lleno de antiguos restos de la arquitectura tracia; decidimos cruzar la ciudad caminando y visitar como grandes turistas cada punto del mapa que se recomendaba, pero la noche iba y tenía que ser distinta. Antes de que ésta llegara nos sentamos a tomar un café (demasiado malo) en un pequeño bar del centro de la ciudad, mientras Lucas que como buen checo, no podía dejar pasar la oportunidad de tomar cerveza y súbitamente un camarero se aproximó con una jarra de cerveza y tres copas más, una familia de Búlgaros, nos la invitaba. María, Gabriel y yo agradecidos por la cerveza acompañamos a Lucas con más cerveza. En total dos jarras de litro y medio cortesía de nuestros anfitriones que habían pasado 10 años en España.
Al llegar la noche, uno de los chicos del hotel nos dijo a qué lugares podríamos ir, evitando las discotecas, queríamos un bar local. Gabriel, Lucas y yo, encontramos un bar con muy buena pinta pero cerraba a las once de la noche, momento justo en el que cruzábamos la puerta para tomar algo, pero el barman nos dijo que a unas calles había otro sitio y uno de sus amigos se ofreció a llevarnos, el bar a pesar de estar a unas calles del centro era muy local, la música de los años 80 y 90 que es muy característica en esta parte de Europa, aturdía nuestros oídos mientras que los comensales del bar al que habíamos asistido anteriormente se acercaban para hablar con nosotros. Después de dos cervezas de medio litro, porque no hay más pequeñas la noche comenzaba a tener más movimiento, el bar se llenaba junto con grupos de hombres y mujeres, la mayoría parejas, se apretaban en las mesas y en la barra del bar mientras un DJ mezclaba a guns and roses con un poco de electrónico bastante moderado.
Gabriel decidió irse y Lucas y yo tomamos una tercer cerveza para acabar con está e ir a otro bar que estaba a dos calles más abajo. El último bar era mejor que el anterior, música y gente muy bien incorporados y en la parte baja, el sótano, había una caótica jam session, una guerra de egos musicales, enfrentados entre ellos, los músicos más viejos intimidaban a los novatos, cuyo escuerzo rebasaba todas las emociones acústicas que se reflejaba por la variedad de rostros que cambiaban al momento de ejecutar su solo correspondiente. Uno de los últimos músicos un flautista que aparentaba tener el legado genético de Hamelin, subió al escenario, con posé baja y la mirada al suelo y esperando su entrada triunfal ejecutó un sin fin de notas que sólo cuadraban en el universo de su ego y fue su novia una canadiense que se nos aproximo y muy lentamente nos dijo: "es músico y como tal, cree que es lo mejor de lo mejor del jazz".

Eso marcó el final de la noche, de vuelta al hotel, el clima comenzaba a cambiar y el frío invernal parece que quiere aproximarse antes de tiempo.

A la mañana siguiente nuestro trayecto a Sófia iniciaba. Después de desayunar unos panes servidos por una alegre viejita nos dirigimos a la estación de tren, seguimos la indicación del tren que partía en unos minutos, abordamos éste y ya sentados, Gabriel cuyo nerviosismo aumentaba por no estar seguro si era el tren que nos llevaba a Sófia, Lucas y Maria preguntan a la señora que venía a nuestro lado, con un gesto de sorprendida nos dice que no, que el tren se dirige a Burgas, así que cogimos nuestras cosas, pero demasiado tarde, el tren estaba arrancando y no podíamos bajar. Llegamos a la siguiente estación: Trakia, un pueblo abandonado y muy pequeño, los operadores de la estación se rieron de nosotros al momento de comentarles que nos dirigíamos a Sófia y más todavía cuando quisimos saber cuánto tiempo faltaba para el próximo tren, éste tardaría demasiado y lo mejor fue regresar a Plovdiv e ir en autobús a nuestro siguiente destino.

Sofia:

Una mala jugada climática nos recibiría en Sófia. Por la noche la temperatura bajaba y sólo pudimos dar una pequeña vuelta por el centro de la ciudad, porque ya todo estaba cerrado, hayamos un lugar para cenar unos cuantos platos característicos de la cocina búlgara, como lengua de res capeada y su cerveza "Zagorka".

Pero la lluvia sería nuestra gran anfitriona del día siguiente y no pudimos andar a ningún sitio, encerrados en el hotel, esperando con fe que amainara un poco el agua, cosa que nunca sucedió, charlamos y esperamos, bromeando sobre nuestro error de Trakia y contando anécdotas de la isla de Formentera, lugar en el que los cuatro hacemos temporada de verano y así la lluvia nos ahuyenta y nos arroja a Serbia, nuestra siguiente estación.

en miércoles, octubre 31, 2012 , 0 Comments

El té que nunca termina.

La vista de Estambul intimida, por un lado una ciudad rodeada de mezquitas, personas caminando en todo momento, negocios de fruta, frutos secos, telas, comida; comercio que en el pasado fue una importante fuente de ingresos y que hoy lo sigue siendo en niveles masivos.
Los turcos tienen una cultura que resiste a grandes pasos la llamada de América, a pesar de que la televisión turca sigue los mismos esquemas, no abandona ni deja por el suelo su identidad como pasa en algunos países de Hispanoamérica y de Europa. Pero Turquía fue un poderoso imperio y como todos estos su caída fue inminente, pero ellos van como la piedra de Sisifo.
El llamado a la oración embriaga el cielo y los turcos acuden a ella, deteniendo así el tiempo con fuerza y respeto sin "oposición" a una consigna que desde siglos atrás se les impuso por los reyes que crearon la arquitectura, los palacios, las mezquitas, obeliscos y puentes que son parte de un folclórico empolvado de pasado; la Turquía Moderna ahora es más que eso: es pobreza y es olvido, las calles de los barrios bajos ignoradas, los niños abandonados y otros enviados a delinquir en grupos pequeños, aun así los paseos por sus calles y el té que jamas se acaba. Pero fue hasta
Uskudar en Asia, cuando al fin comprendí la fuerza de la identidad turca y fue en un mercado en donde la comunión de su cultura alejada del masivo turismo que juega un teatro de sombras y apariencias donde la gente olvida actuar para el de afuera y es ella misma. Un cambio radical, que en sólo un par de días no es fácil de entender la armonía que existe en la ciudad, desde las chicas con velo, magistralmente vestidas y preciosas, los músicos con barbas y harapos, los niños que caminan en pequeños grupos, su religión y la sombra de lo que una vez fue un gran imperio. Cuyas mezquitas y la llamada a la oración se los recuerda día con día.
Esta noche abandonamos Turquía y regresamos a Europa entraremos por Bulgaria pasando a Plovdiv la capital de los tracios.

en domingo, octubre 28, 2012 , 0 Comments

Un aparente peregrinaje.

Sin lugar fijo dónde estar, el peregrinaje a Estambul, la antigua Constantinopla, comenzaba. Y con ello tres personas más se embarcan en un trayecto que no es desconocido, ni místico, simplemente es un encuentro a las tierras que en el pasado fueron la Meca del mundo, con Lucas, de República Checa, Maria, de España y Gabriel, de Brasil, me enfrascó en un viaje desde la tierra del islam, cruzaré a Bulgaria, Serbia, Belgrado, Budapest y Praga. Donde los dejaré para seguir otro camino: Italia.

en domingo, octubre 28, 2012 , 0 Comments

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